martes, 9 de diciembre de 2008

Beatriz y los cuerpors celestes. Lucía etxebarría

No intentes enterrar el dolor: se extenderá a través de la tierra, bajo tus pies; se filtrará
en el agua que hayas de beber y te envenenará la sangre. Las heridas se cierran, pero siempre
quedan cicatrices más o menos visibles que volverán a molestar cuando cambie el tiempo,
recordándote en la piel su existencia, y con ella el golpe que las originó. Y el recuerdo del golpe
afectará a decisiones futuras, creará miedos inútiles y tristezas arrastradas, y tú crecerás como
una criatura apagada y cobarde. ¿Para qué intentar huir y dejar atrás la ciudad donde caíste?
¿Por la vana esperanza de que en otro lugar, en un clima más benigno, ya no te dolerán las
cicatrices y beberás un agua más limpia? A tu alrededor se alzarán las mismas ruinas de tu
vida, porque allá donde vayas llevarás a la ciudad contigo. No hay tierra nueva ni mar nuevo, la
vida que has malogrado malograda queda en cualquier parte del mundo. Tengo veintidós años,
y hablo por boca de otros.
Estas mismas palabras que repito las he leído en libros. Algunos se escribieron hace mil
años, otros se publicaron hace dos. Porque al fin y al cabo todo lo que se escribe acaba por ser
una nota a pie de página de algo escrito antes. Existe un solo tema, la vida, y la vida es
siempre la misma: una misma radiación impregna al universo entero y no está asociada a
ningún objeto en particular. Todos nuestros actos, todos nuestros amores, son repeticiones de
otros ya acaecidos y por eso siempre encontraremos en un libro la respuesta a alguna de
nuestras preguntas. El problema radica en que no entenderemos nada de lo escrito en tanto no
lo hayamos vivido de un modo u otro y me parece que yo ahora y sólo ahora empiezo a
comprender frases leídas hace tiempo.
Ahora comprendo que la ciudad me sigue, que camino siempre por las mismas calles, y
que hace falta desenterrar la angustia para que no se pudra bajo mis pies. Por esta razón dejo
una ciudad y regreso a otra, porque sé que en el fondo habito siempre la misma. Creí dejar
atrás el sufrimiento y he comprendido que lo llevo conmigo, y ahora vuelvo a la misma ciudad
que odiaba tanto.

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